5 Días

11.11.06

Era de noche. La calle estaba vacía y, de vez en cuando, algún auto se asomaba por ahí. Miró por la ventana del cuarto piso y vió a dos hombres, pegándole a otro tipo como si fuera un animal. Observó un momento y después sintió que era una situación que debía fotografiar, para tener una anécdota que contar a sus amigos. Fue hasta su pieza, sacó la cámara fotográfica de su velador y volvío a la ventana. Ahora, el tipo ya no se defendía. Estaba tirado sobre la vereda y recibía las patadas sin reclamar. Parece que no podía. Desde arriba, disparando la cámara como loco, Raúl Briones, era el único testigo de la golpiza. Cuando el tipo ya no tenía más dientes que perder y la sangre teñía por completo el pavimento de rojo, una camioneta chevrolet luv doble cabina se detiene frente a la escena. Los hombres toman el cuerpo del tipo y lo tiran en la parte de atrás del vehículo. Cuando se retiraban con dirección hacia la costa, la camioneta se detiene, los hombres se bajan y dejan que se vaya sin ellos. Miran hacia la ventana donde estaba Raúl y cruzan la calle hasta la puerta principal del edificio. Raúl se percata de esto, cierra la ventana e intenta escapar. Pero le es imposible cumplir su meta: Los hombres ya están detrás de la puerta y cuando Raúl la abre sólo encuentra un combo para su nariz.
La luz volvía de apoco a los ojos de Raúl. Mientras los abría, la figura de los dos hombres pasaba de una mancha a una imagen aterradora: los cañones de dos inmensas pistolas lo apuntaban a la cara. Intento pararse, pero estaba amarrado a la silla con sus mejores corbatas. Tenía las muñecas moradas y los pantalones meados. La habitación se había llenado de botellas vacías, condones usados por todas partes y un extraño olor en el ambiente. Comenzó a gritar que lo soltaran, que lo dejaran en paz, que no diría nada. Las lágrimas se le salían y la pera le empezaba a temblar. Uno de los hombres va a la cocina y vuelve con un vaso de agua, se lo lanza en la cara y le pega una cachetada. El pobre Raúl ya no da más, sólo quiere que lo suelten. Otro golpe aterriza en la su cara. Otra vez todo a negro.
La cámara con las fotos está sobre la mesa de centro. La habitación ahora está sin basura. Ya no hay nada de desperdicios. La casa está más limpia que nunca, el brillo del piso es casi insoportable y el olor a cloro está por todas partes. Raúl despierta y, de apoco, se va dando cuenta que algo extraño ha pasado. Su nariz está rota y llena de sangre. Ya no tiene camisa y su pecho tiene cortes por todos lados. Uno de los hombres se acerca con un frasco en la mano, lo destapa y le tira lo que hay en el interior: sal. Raúl pone el grito en el cielo y comienza a llorar otra vez. El otro hombre aparece y con un citurón comienza a golpear al pobre Raúl.
Ya van tres días. Los hombres descansan. Sus chaquetas azul marino están colgadas en las sillas del comedor. Sus camisas blancas dan vueltas en la lavadora, mientras ellos se mueven hasta la cocina para comer algo. Ya casi no queda nada en el refrigerador. Con una moneda al aire deciden quien saldrá a comprar al súpermercado que está en la esquina. Hacen la lista, pero no se dan grandes lujos, saben que la myoría del dinero es para el diazepan. Siempre son más de diez cajas las que se compran. Mientras uno baja a comprar, el otro se pone a ver televisión. Cambia de canal en canal y se detiene en el de los animales. De repente, Raúl despierta y comienza a pedir auxilio. Lleva tres días sin comer y ha sido golpeado y drogado reiteradamente. El hombre se para y le dice que se calme, que nadie puede escucharlo. La puerta se abre y el hombre que había salido a comprar entra por ella. Trajo comida china. En el súpermercado había un asalto y no pudo comprar por más que insisitió.
Otra vez los hombres están de fiesta. Cada uno con una mujer. En la pieza principal y en frente de Raúl se desarrolla la acción. El guardian sufre un pequeño problema y se va antes de tiempo. La mujer no queda totalmente satisfecha y humilla al pobre hombre sólo como una mujer puede hacerlo. El hombre la golpea y se marcha al baño, cierra con llave y se manda unas líneas de coca. La mujer golpeada e insatisfecha no tiene intenciones de quedarse así. Mira alrededor, camina por la habitación, su mirada se pega en el cuerpo inerte de Raúl y se lanza a lo suyo. Como puede le saca los pantalones y lo deja con su verga la aire. Se la masajea y nada, no pasa nada. La verga de un inconciente es difícil de erectar. El hombre vuelve del baño y ve la desesperada escena. Toma a la mujer, la tira contra el sillón y procede a violarla. El hombre saca su tula antes de eyacular y lo hace en la cara de la mujer. A la media hora, la otra mujer sale de la pieza y ambas son echadas a patadas del departamento.
Quinto día. El teléfono suena. Es Jaime, un amigo de Raúl. Llama para saber por qué ha faltado todos estos días al trabajo. El violador contesta el llamado, pero aún está bajo los efectos de la noche anterior y habla más de la cuenta. El amigo se entera que Raúl será ajecutado ese mismo día y que no será de la manera más bonita: Los hombres piensan quemar el lugar con Raúl adentro. El bocón es castigado por el otro hombre con un certero golpe en la nuca, cae y se golpea la nariz contar la mesa del teléfono. En ese momento despierta Raúl, atontado como ha sido la tónica durante estos cinco días, y pide comida. Sólo recibe como respuesta un golpe en el estómago. Comienza a vomitar y se esparce todo por el piso. Mientras los hombres limpian, suena el timbre de la puerta. Uno de ellos se para y mira por el ojo mágico. Al otro lado , un hombre peinado a la gomina apunta con una arma. A su espalda, cinco hombres hacen lo mismo. El secuestrador entra en pánico y comienza agritar a todo pulmón que están cagados y que no quiere ir a la cárcel. Mientras se tranquilizaban, la policía no esperó más y derribó la puerta con la espectacularidad que los caracteriza. Los hombres de la ley entran disparando sin ton ni son. Él único caído en el ayanamiento es Raúl, que, atado a esa silla, no pudo cubrise de la lluvia de balas.
Lo encontaron muerto en un peladero. El afamado periodista Jorge Salvatierra fue hallado luego de cinco días de intensa búsqueda. El hallazgo se pudo concretar gracias a la ayuda de la señorita Graciela Pérez. Esta mujer tenía en su poder unas fotos con el momento de la paliza que le quító la vida al afamado reportero. Gracias a este caso, quedó al descubierto un plan para evitar que se conociera el papel de la policía en el caso de tráfico de organos.

2 Testigos:

Anne dijo...

Me gusta, me gusta, me gusta... demasiado; sólo puedo molestarte "críticamente" un poco con prestarle más atención a la coordinación de los tiempos verbales (o de los estilos verbales, tal vez) en el conjunto del cuento, pero la verdad es que me gusta mucho, sobre todo cuando se pone más hiper bizarro y violento. Super Original y seguí enfocando/ marchando por/ buceando en/ explorando y remarcando el lado más "sucio" del Sucio. Gracias por compartir tus bajos fondos. Anne

Hector Muñoz Tapia dijo...

Obviamente, Graciela Pérez ayudó a resolver el misterio. Es que ella maneja mucha información.

Es una bochinchera, ¿sabías? Si no le cuentan, mete un berrinche. Y dejá la cagá.

Un abrazo!!!